Piden la financiación de los nuevos anticoagulantes para tromboembolismo venoso
Un estudio en Farmacia Hospitalaria avala la coste-eficiencia de apixabán frente a Sintrom y heparinas. Expertos destacan la mayor seguridad de la familia de los ACOD y su potencial contribución la prevención de recidivas en pacientes que no logran alcanzar el control del INR.
Eventos clínicos y costes asociados al tratamiento anticoagulante en el estudio en Farmacia Hospitalaria. Los resultados corresponderían a una cohorte de 1.000 pacientes en cada caso. (Farm Hosp. 2016;40(3):187-208.)
Se ha hablado mucho de las barreras para el acceso a la familia de anticoagulantes de acción directa (ACOD, antes conocida como NACO) en la prevención del ictus en pacientes con fibrilación auricular. Pero la situación es más flagrante en enfermedad tromboembólica venosa (ETV), en la que no están financiados. Como consecuencia, el uso de estos fármacos en esta indicación es minoritario y la estrategia más seguida sigue siendo la terapia puente con heparinas de bajo peso molecular (HBPM) y antagonistas de la vitamina K (AVK).
Sin embargo, un estudio aparecido en Farmacia Hospitalaria avala el coste-efectividad de apixabán (Eliquis, de Bristol-Myers Squibb y Pfizer) frente al tratamiento convencional con HBPM y AVK. Apixabán, uno de los tres ACOD disponibles, se asoció con mayores beneficios clínicos y menores costes.
A esta familia pertenecen también dabigatrán (Pradaxa, de Boehringer Ingelheim), rivaroxabán (Xarelto, de Bayer) y edoxabán (Lixiana, de Daiichi Sankyo). Este último, autorizado el año pasado por la Comisión Europea, está pendiente de precio y reembolso. No obstante, “el diseño del análisis realizado no permite inferir directamente que el resto de los ACOD presenten un perfil de eficiencia similar”, advierten a CF los autores de la investigación.
BAJA PRESCRIPCIÓN
La ausencia de financiación de los ACOD para el ETV es excepcional: “España es el único país de Europa donde, a pesar de la evidencia clínica disponible, no está aprobada la financiación de esta indicación en el Sistema Nacional de Salud”. Además, según los investigadores, la prescripción de ACOD es “sustancialmente inferior a la observada en otros países europeos”, y existe una “discordancia entre las recomendaciones de las guías y la prescripción real”. No sólo en el caso del ETV, sino que también afectaría a su indicación en la prevención del ictus en fibrilación auricular no valvular, alertan.
Exponen que las últimas guías del Colegio Americano de Médicos del Tórax (ACCP) sitúan a los ACOD por delante de los AVK en la terapia del TEV en pacientes no oncológicos. Desde la publicación de las anteriores directrices nuevos estudios habrían demostrado que “son tan eficaces como los AVK, con un menor riesgo de sangrado y mayor comodidad para los pacientes y los profesionales”.
Portavoces de las sociedades de Hematología y Hemoterapia (SEHH), Neumología y Cirugía Torácica (Separ) y Medicina Interna (SEMI) coinciden con los investigadores en que esta situación no se justifica en la evidencia científica, y lamentan que se perjudique el acceso de los pacientes a estas terapias. Pascual Marco, vicepresidente de la SEHH, expone que para lograr que en ciertos pacientes sean financiados, “es necesario hacer una serie de informes y aun así, se dan con cuenta gotas”.
“Cuando se han comparado los cuatro en ensayos clínicos con el tratamiento convencional, se ha demostrado que en eficacia son muy parecidos, ninguno es significativamente superior, pero todos son más seguros”, alerta Manuel Monreal, coordinador del Grupo de Enfermedad Tromboembólica de la SEMI. Es decir, tendrían un perfil similar en la aparición de recidivas (aparición de trombosis o embolia pulmonar a pesar del tratamiento anticoagulante), pero “producen menos hemorragias”. Otro beneficio claro sería que facilitan el control de la coagulación en pacientes con AVK que no logran los niveles adecuados de INR.
NO SÓLO EL PRECIO DE LA CAJA
En cuanto al coste-efectividad, más allá del trabajo con apixabán y de la factura mensual de los fármacos (unos tres euros el Sintrom, y entre 80 y 100 los ACOD), “cuando se estudia el coste de las complicaciones y la necesidad de monitorización del tratamiento, se ha visto que es más barato utilizar estos anticoagulantes”, defiende David Jiménez, director del Programa de Investigación Integrada en Tromboembolismo Pulmonar de Separ.
¿En qué pacientes cabría favorecer el acceso? Marco entiende que, “aunque fuera con visado de inspección, debería valorarse la opción de que fueran financiados al menos para pacientes con tratamiento a largo plazo y que tienen un mal control con el antivitamina K”. A éstos, Jiménez añade que beneficiaría en la adherencia de las personas en tratamiento a largo plazo por embolia de causa desconocida, al suponer una ventaja frente al Sintrom, que requiere la monitorización periódica del INR y genera más problemas de interacciones.
Médicos de distintas especialidades en contacto con estos pacientes ya transmitían al Ministerio de Sanidad su posicionamiento a este respecto hace varios meses y le pedían que reconsiderara su postura de no financiar el tratamiento en determinados subgrupos de pacientes, señala Monreal. La situación de parálisis política no habría favorecido una respuesta en este sentido. Pero, insiste, la necesidad clínica sigue ahí: ”Es una enfermedad en la que, por cada cien pacientes en tratamiento anticoagulante convencional durante un año, cuatro sufren una hemorragia grave y uno muerte por esta causa”.